Hoy en día, ya nadie duda que alimentación y medioambiente van de la mano.
Una cuarta parte de los gases de efecto invernadero que afectan al calentamiento global del planeta son consecuencia del sistema alimentario global.
En cuanto al pescado, se estima que las pesquerías globales de captura silvestre representan tan sólo alrededor del 4% de las emisiones de producción del sistema alimentario mundial.
En este contexto, consumir productos de la pesca salvaje, no sólo es beneficioso para nuestra salud, sino que ayuda a la conservación de nuestro planeta y océanos.
De todas las fuentes de proteínas, son precisamente los alimentos del mar (especialmente los invertebrados y las algas), los que pueden tener algunas de las emisiones más bajas de GEI por unidad de proteína producida. Si en la dieta global, aumentáramos la aportación de alimentos de origen oceánico y redujéramos proporcionalmente los alimentos de origen animal en tierra, contribuiríamos de manera significativa a la mitigación del cambio climático para mantener la temperatura global por debajo de 1.5 ° C en 2050 y alcanzar los objetivos del Acuerdo de París.
Los humanos dejamos una evidente huella ambiental, como también lo hacen los productos con los que nos alimentamos.
De acuerdo a un estudio realizado por la Universidad de Washington en 2018, los productos pesqueros generan una menor huella ambiental que muchos otros que proceden de la ganadería o de la acuicultura. Por lo tanto, si cambiamos nuestros hábitos y empezamos a consumir más pescado, ayudaríamos a conseguir el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 12 «Producción y Consumo Responsable».
Dicho estudio ha venido analizando la producción de 148 alimentos durante los últimos 10 años y constata que 40 gramos de proteínas procedentes del pescado blanco representan una huella de carbono inferior a 1 kilogramo, frente a los 20 kilogramos de huella de carbono que suponen la misma cantidad de proteína procedente de la industria cárnica y de la acuicultura.
Para llegar a esta conclusión, se analizaron los cuatro indicadores de impacto medioambiental en la producción de alimentos siguientes:
- El uso de energía,
- Las emisiones de gases de efecto invernadero,
- Las emisiones que derivan de la producción de nutrientes, por ejemplo, fertilizantes, que necesitan algunos alimentos y
- Las emisiones de sustancias que contribuyen a la denominada lluvia ácida»
Desde la Universidad de Washington explican que entre los productos del pescado son las pesquerías de especies pelágicas, que viven cerca de la superficie y sobre todo, los pequeños pelágicos, como pueden ser el bocarte y la sardina, además de la acuicultura de moluscos las que tienen el menor impacto medio ambiental, en comparación con los mariscos y el salmón de piscifactoría.
Así que ahora que todos estamos planteándonos cómo relacionarnos mejor con el planeta, una buena (y saludable) forma de contribuir a cuidarlo sería incrementar nuestro consumo de pescado.
Comer pescado: te cuida y cuida del planeta.
Más información en Global Footprint Network.